EL OTOÑO + POÉTICO DEL
CEIP ALFAGUARILLA
en ALFACAR, GRANADA.

viernes, 22 de marzo de 2013

Oda al otoño

Oda al otoño[Poema: Texto completo]
John Keats
Estación de las nieblas y fecundas sazones,
colaboradora íntima de un sol que ya madura,
conspirando con él cómo llenar de fruto
y bendecir las viñas que corren por las bardas,
encorvar con manzanas los árboles del huerto
y colmar todo fruto de madurez profunda;
la calabaza hinchas y engordas avellanas
con un dulce interior; haces brotar tardías
y numerosas flores hasta que las abejas
los días calurosos creen interminables
pues rebosa el estío de sus celdas viscosas.

¿Quién no te ha visto en medio de tus bienes?
Quienquiera que te busque ha de encontrarte
sentada con descuido en un granero
aventado el cabello dulcemente,
o en surco no segado sumida en hondo sueño
aspirando amapolas, mientras tu hoz respeta
la próxima gavilla de entrelazadas flores;
o te mantienes firme como una espigadora
cargada la cabeza al cruzar un arroyo,
o al lado de un lagar con paciente mirada
ves rezumar la última sidra hora tras hora.

¿En dónde con sus cantos está la primavera?
No pienses más en ellos sino en tu propia música.
Cuando el día entre nubes desmaya floreciendo
y tiñe los rastrojos de un matiz rosado,
cual lastimero coro los mosquitos se quejan
en los sauces del río, alzados, descendiendo
conforme el leve viento se reaviva o muere;
y los corderos balan allá por las colinas,
los grillos en el seto cantan, y el petirrojo
con dulce voz de tiple silba en alguna huerta
y trinan por los cielos bandos de golondrinas.

domingo, 3 de marzo de 2013

LA CASTAÑERA DE ALFACAR



CASTAÑERA: (Con cara triste y secándose de vez en cuando alguna lágrima con un pañuelo, mientras pasea y habla)

¡Qué preocupada estoy! Este año no llega el otoño. Las hojas de los árboles no se caen y, ni tan siquiera se ponen amarillas, ni marrones, ni rojas: están más verdes que nunca. Las golondrinas, las cigüeñas y las demás aves migratorias están muy extrañadas: hace un calorcito tan estupendo que todavía no se pueden marchar y ya echan de menos su viaje a África. No hay nubes en el cielo y, claro, no ha llovido nada. La gente sigue vestida con su ropa de verano, así que las chaquetas, las botas y los calcetines están aburridos y tristes en los armarios, porque todavía no han podido salir.

Y a mí, que todos los años me gusta acercarme al colegio Alfaguarilla por el mes de noviembre para ofrecerles a todos los niños y niñas mis ricas castañas asadas, aquí me veis, paseando alrededor del colegio sin poder hacer nada.

PEDRO: Señora castañera, la veo muy triste. ¿Por qué no está usted este año vendiendo castañas por el pueblo? ¿Le pasa algo?

CASTAÑERA: ¿Cómo queréis que esté, si en las fechas en que estamos aún no ha llegado el otoño? Parece que se hubiera quedado dormido y yo no puedo vender castañas porque todavía no están maduras. ¡Están tan verdes y tan tranquilas dentro de su casa pinchuda!

CARMEN: Y, ¿qué podemos hacer si el otoño no da señales de vida? Tendremos que pensar en algo, porque, desde luego, algo raro está pasando.

(Tras unos instantes de gestos pensativos, Ana dice:)

ANA: Mi abuela me contó que el otoño vive en la sierra de la Alfaguara, en las profundidades de la cueva del Agua. ¿Se habrá quedado allí dormido?

CARMEN: ¡Qué tontería! Eso son cuentos de abuelas.

CASTAÑERA: Pues yo no estaría tan segura. Yo creo que la única manera de comprobar si es verdad o no lo que te contó tu abuela es yendo a la cueva. Pero yo ya estoy un poco mayor para esos trotes.

PEDRO: No te preocupes, señora castañera, iremos nosotros.

CASTAÑERA: Podríais ir el sábado por la mañana, que no hay cole y han dicho en la tele que va a hacer buen tiempo.

CARMEN: Bueno, vale. Pero tenemos que salir temprano, que el camino no lo conocemos muy bien.

ANA: Pues nos llevaremos un mapa, una lupa y unos prismáticos, como los buenos exploradores.

CASTAÑERA: Todo saldrá bien, no os preocupéis. Además, si os pasa algo, seguro que os ayudarán los animalillos de la sierra que encontréis por el camino. Son muy buenos.

(Una música durante unos segundos y empieza la simulación de la excursión. Mientras caminan, cantan con la melodía de “La cucaracha”, esta canción:

LOS TRES NIÑOS:
La castañera, la castañera,
preocupada y triste está,
porque el otoño, en una cueva,
duerme cerca de Alfacar.

Hacia ella ya nos vamos,
lo queremos despertaar,
para que la castañera
venga al cole una vez máas.

La castañera, la castañera,
con nosotros jugará,
y sus castañas, ricas y asadas
con amor repartirá.

(Cuando acaban la canción, se detienen preocupados en el camino. Un jabalí está cerca de ellos, hozando ricamente)

PEDRO: El camino se separa en dos, uno a la izquierda y otro a la derecha. ¿Ahora qué hacemos? ¿Por dónde seguimos?

ANA: (Mientras mira por los prismáticos) Yo creo que por la izquierda.

CARMEN: No, no, a mí me suena que es por aquí, por la derecha.

ANA: Que no, que no, que es mejor por la izquierda.

CARMEN: Por la derecha.

ANA: Por la izquierda.

(Casi discutían, cuando un jabalí que las oyó les dijo:)

JABALÍ: ¿Qué os pasa? (Los tres niños dan un gran repullo) No hagáis tanto ruido, que mis oídos son muy sensibles y me estáis poniendo la cabeza como un bombo. ¡Qué falta de respeto, yo que estaba tan ricamente hozando ...!

ANA: Per-per-per-dón, per-per-do-ne, señor jabalí. Es que estamos buscando el otoño, porque todavía no ha llegado al colegio.

CARMEN: Debe de estar dormido todavía, y no sabemos qué camino seguir para despertarlo.

JABALÍ: ¡Ah! ¿Buscáis al señor otoño? Pues yo os voy a ayudar, porque, ¡vamos!, ¡que todavía no se haya despertado, clama al cielo!. Seguid el camino de la izquierda todo recto, después, a la derecha hasta que os encontréis un castaño gigante, que es la casa de un buen amigo mío. Él os indicará el resto del camino. (Hacen ademán de correr) No corráis, porque el camino es muy empinado.

PEDRO: ¿Quedará mucho? Ya estoy bastante cansado.

ANA: No, no, mirad. Allí está el gran castaño. Vamos, corred.

(Corren durante unos instantes, pero, antes de llegar al árbol, se detienen)

CARMEN: Esperad, esperad. Yo estoy un poco asustada. ¿Quién vivirá dentro de un castaño? No creo que sea ninguna persona. Debe de ser un animal salvaje.

(Mientras charlaban, salió del árbol una golondrina y se acercó a ellos)

GOLONDRINA: ¡Hola, amigos! Yo sé quienes sois. Os conozco porque paso muchos días por vuestro colegio y sé que buscáis al señor Otoño. Me lo ha dicho mi amigo jabalí. La verdad es que todos los animales y las plantas de la sierra estamos deseando de que llegue el otoño. Os voy a guiar hasta la cueva. Seguidme. Volaré muy bajito, para que me veáis bien y me sigáis sin problema. Vamos, venga. Os llevaré hasta la misma entrada de la cueva del Agua.

(Los niños siguen a la golondrina y llegan hasta la puerta de la cueva)

GOLONDRINA: Ya estamos. Esta gran piedra es la puerta de la cueva. Suerte, amigos. Adiós. (La golondrina se marcha)

(Los niños se acercan sigilosamente hasta la entrada y ponen el oído, con la mano sobre la oreja, para escuchar. Se oyen unos resoplidos)

SEÑOR OTOÑO: ¡Oj, oj, oj!

PEDRO: Dios mío, parecen ronquidos.

ANA: Claro que sí. Ya os lo dije: mi abuela tenía razón. Aquí vive el señor Otoño.

PEDRO Y CARMEN: (Gritando llaman al señor Otoño) ¡Señor Otoño, señor Otoño! (Pegan sus oídos a la piedra, para ver si escuchaban alguna respuesta. Como no es así, vuelven a insistir) ¡Señor Otoño, señor Otoño!

PEDRO: Nada. Está profundamente dormido. (Al público de la sala) Amigos, el señor Otoño no nos oye. ¿Podríais ayudarnos a llamarlo, a ver si, entre todos, conseguimos despertarlo?

CARMEN: Venga, chicos, ayudadnos. Cuando cuente tres, ¿vale? Una, dos y tres

LOS TRES NIÑOS Y EL PÚBLICO DE LA SALA: ¡Señor Otoño, señor Otoño!

(Pedro, Carmen y Ana, pegan, de nuevo, sus oídos a la piedra y se llevan un gran susto)

SEÑOR OTOÑO (Con voz fuerte y ronca): ¿Quién osa llamar a mi puerta para despertarme? (A continuación, el otoño, un hombre muy alto, de barbas blancas y largas, retira la puerta y, abriendo los ojos mientras se despereza, dice) ¡AAAAA!

(Los niños, asustados ante aquella aparición, retroceden)
CARMEN: (Tragando saliva por el susto) ¿Es usted el señor Otoño?

SEÑOR OTOÑO: Pues claro que sí. Os convertiré en sombras si no tenéis una buena razón para haberme despertado.

ANA: Por favor, señor Otoño, no se enfade. Venimos a hablar con usted.

PEDRO: Mire. Este año todavía no ha aparecido usted por nuestro pueblo y ya estamos en noviembre. No se han caído las hojas de los árboles, no han emigrado las aves, tenemos en nuestro cole el día 18 la fiesta de la castaña y aún no han madurado las ...

SEÑOR OTOÑO: ¡Callad! ¿Decís que ya estamos en noviembre?

(Los tres niños asienten con la cabeza) (El Otoño vuelve a preguntar a todos los chicos de la sala)

¿Seguro que estamos en noviembre? (Ante la respuesta de la sala) ¡Rayos y centellas! Me he quedado dormido. Gracias por despertarme. No os preocupéis. Esto lo arreglo yo en un abrir y cerrar de ojos. (Abrió su boca y empezó a soplar con fuerza: ¡SSSSS! Ayudadme, chicos, a echar frío por la boca y a soplar. (Los chicos lo hacen y, mientras, se incorpora la Castañera a la escena)

CASTAÑERA: Pero, ¿qué está pasando aquí? Anda, las hojas se están tornando amarillas y rojas, y ya están empezando a caerse de los árboles, como si fueran bailarinas que hacen una danza multicolor. ¡Y qué frío me está dando! Mirad: las nubes grises están cubriendo el cielo, y por allí veo una bandada de patos silvestres que vuela hacia el sur, hacia África. Me voy para la Fuente Grande, que ya es hora de montar mi puesto de castañas asadas.

(Los niños se despiden del Otoño, y salen corriendo ante la amenaza de tormenta)

LOS TRES NIÑOS: Adiós, señor otoño.

ANA: Nos vamos corriendo, que las finas gotitas de lluvia que caen de aquellos nubarrones nos avisan de que una gran tormenta se avecina.

CARMEN: Vamos a Fuente Grande, que, en otoño, está preciosa.

NARRADORA: Cuando los niños llegaron a Fuente Grande, había dejado de llover. El suelo era una alfombra de hojas que crujían cuando las pisaban. El cielo se había vestido con los colores del arco iris, y el aire se había perfumado con un olor muy agradable. Y allí estaba la castañera, feliz, pregonando su frase favorita:

CASTAÑERA: ¡Castañas, castañas calentitas!

NARRADORA: Y, mientras los niños se acercaban al fogón, la castañera, risueña, les dio las gracias y, guiñándoles un ojo, les ofreció un rico cucurucho de castañas recién asadas.

Y COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO SE HA ACABADO

Puerto Lobo